Pilar Paz Pasamar



LA TRISTEZA

No te asustes por mí. No me habías visto
-¿verdad?- nunca tan triste. Ya conoces
mi rostro de dolor; lo llevo oculto
y a veces, sin querer, cubre mi cara.
No temas, volveré pronto a la risa
Basta que oiga un trino, o tu palabra.
No te preocupes que ha de volver pronto
a florecer intacta la sonrisa.
Me has descubierto a solas con la pena
e inquieres el porqué. ¡Si no hay motivo!
Cuando menos se espera, el aguacero
cae sobre la tranquila piel del día.
Así ocurre. No temas, no te aflijas,
no hay secreto, mi amor, que nos separe.
La tristeza es un soplo, o un aroma,
para llevarlo dulce y suavemente.
No te quejes de mí. Yo estaba sola
y vino ella, y quiso acariciarme.
Déjanos un momento entretenidas
en escuchar los pasos del silencio
y sentir la tristeza de otros muchos
que no tienen amor ni compañía.

Pilar Paz Pasamar

Rabia al Adawiyya



TÚ QUE HACES FLORECER EL DESIERTO

¡Oh mi alegría, mi deseo y mi refugio!
¡Mi compañero, mi amparo en el camino!
¡Oh, mi Fin!
Eres el espíritu de mi corazón.
Tú eres mi esperanza,
Mi confidente, mi Amigo.
Mi anhelo de Ti es mi única riqueza.
Mi ardiente deseo, todo mi sustento.
Si no fuera por Ti, oh vida de mi vida,
no habría vagado de un lado para otro
por la inmensidad del país.
¡Cuántas gracias me han sido reveladas,
cuántos dones y favores tienes Tú para mí!
Tu amor es mi único deseo.
Tu amor es mi delicia,
la luz que sacia mi sediento corazón.
No me alejaré de Ti mientras viva,
no hay lugar para mí sino Tú,
que haces florecer el desierto.
Tú eres el único dueño de mi corazón.
Si en mí encuentras contento,
¡oh, anhelo de mi corazón!,
desbordaré de alegría.

Rabia al Adawiyya