Eduardo Gómez Haro



SONETO

Más blanca que la nieve del Carmelo,
más pura que el candor de la inocencia,
más limpia que del justo la existencia,
más grata que el amor y que el consuelo.

Más tierna que la madre en su desvelo,
más noble que el deber de la conciencia,
más fragante que el lirio en su opulencia,
más delicada que el azul del cielo.

Así es la flor de Nazaret, María,
que al abrir su corola inmaculada,
llenó el mundo de paz y de alegría.

Como Madre de Dios predestinada,
no pudo Satanás en su osadía
ni mancharla siquier con su mirada.

Eduardo Gómez Haro

Narciso Alonso Cortés



SONETO

Como florece al borde del camino
la zarza que motea la llanura
y ofrece al caminante la hermosura,
oreando el ambiente campesino,

así la fe que guía al peregrino
en el abismo de la noche oscura
le sirve de acicate y de ventura
para llegar al fin a su destino.

Llegará con la ropa destrozada,
con la carne maltrecha y lacerada,
apoyado tan sólo en su bordón.

Pero la fe que le sirvió de guía,
en tanto que su cuerpo se moría,
sostuvo florecido el corazón.

Narciso Alonso Cortés

José Luis Blanco Vega



SENTENCIA DE DIOS AL HOMBRE

Sentencia de Dios al hombre
antes que el día comience:
«Que el pan no venga a tu mesa
sin el sudor de tu frente.

Ni el sol se te da de balde,
ni el aire por ser quien eres:
las cosas son herramientas
y buscan quien las maneje.

El mar les pone corazas
de sal amarga a los peces;
el hondo sol campesino
madura a fuego las mieses.

La piedra, con ser la piedra,
guarda una chispa caliente;
y en el rumor de la nube
combaten el rayo y la nieve.

A ti te inventé las manos
y un corazón que no duerme;
puse en tu boca palabras
y pensamiento en tu frente.

No basta con dar las gracias
sin dar lo que las merece:
a fuerza de gratitudes
se vuelve la tierra estéril

José Luis Blanco Vega

Baltasar Pérez Argos



SONETO

¿Es posible, Señor, que en luz del Cielo
tu gracia transformar pueda la arcilla,
y que este ser que tanto nos humilla
lo eleve allá tan alto sobre el suelo?

¿Es posible acercar el Sol al hielo,
la nada a tu verdad, opuesta orilla;
convertir en eterna maravilla
lo que fue tentación y loco anhelo?

¡Ser como Dios, y que del pecho broten
las aguas vivas de un amor ardiente,
que calmen esta sed que el alma tiene!

Y pueda al cabo descansar mi frente
-aunque las olas de la vida azoten-
en la amistad de Aquel que me sostiene.

Baltasar Pérez Argos

Blas de Otero



INERME

Aún no nos damos por vencidos. Dicen
que se perdió una guerra. No sé nada
de ayer. Quiero una España mañanada
donde el odio y el hoy no maniaticen.

Ínclitas guerras paupérrimas, sangre
infecunda. Perdida. (No sé nada,
nada). Ganada (no sé) nada, nada:
éste es el seco eco de la sangre.

Por qué he nacido en esta tierra. Ruego
borren la sangre para siempre. Luego
hablaremos. Yo hablo con la tierra

inerme. Y como soy un pobre obrero
de la palabra, un mínimo minero
de la paz, no se nada de la guerra.

Blas de Otero

Antonio Bellido Almeida



¿QUE DONDE ESTOY, ME PREGUNTAS?

¿Que dónde estoy, me preguntas?
A tu lado estoy, amigo,
en la noche de la espera,
en el alba de la vida,
en el viento de la sierra,
en la tarde despoblada,
en el sueño que no sueña,
en el hambre desgarrada
y en el pan para la mesa;
en el hombre que me busca
y en aquel que se me aleja,
en el canto del hogar
y en el llanto de la guerra,
en el gozo compartido
y en la larga amarga pena.
En el silencio sellado
y en el grito de protesta.
En la cruz de cada día
y en la muerte que se acerca.
En la luz de la otra orilla,
y en mi amor como respuesta.

¿Que dónde estoy, me preguntas?
A tu lado estoy, amigo;
vivo y camino en la Tierra,
peregrino hacia Emaús
para sentarme a tu mesa;
al partir de nuevo el pan
descubrirás mi presencia.
Estoy aquí con vosotros,
con el alma en flor despierta,
en esta Pascua de amor
galopando por las venas
de vuestra sangre empapada
de un Dios que vive y que sueña.

¿Que dónde estoy, me preguntas?
A tu lado estoy, amigo;
desnúdate a la sorpresa,
abre los ojos y mira
hacia dentro y hacia fuera,
que en el lagar del dolor
tengo mis gozos y penas,
y en la noria del amor,
yo tu Dios, llamo a tu puerta.

¿Que dónde estoy, me preguntas?
¡En tu vida, es la respuesta!

Antonio Bellido Almeida

Francisco Contreras Molina



EL NIÑO MIRA A SU MADRE...

El niño mira a su madre
con los ojillos del alma.
La madre le respondía
con su corazón en ascuas.
Madre, déjame crecer
como el sauce junto al agua,
a tu orilla, por el aire,
la luz de nieve en la rama.
Madre, déjame apoyar
mi cabeza en tu almohada,
mis nubes en tus mejillas,
mi corazón en tu llama.
Su madre le respondía
-la ternura enajenada-
derritiéndose sus ojos
en miles de estrellas claras.
Como me llena, hijo mío,
cuando te aprieto y me abrazas.
Eres mi tierno tesoro,
la joya de mis entrañas.
Tú eres mi mar y mi cielo,
el balcón de mi morada,
partitura de mi risa,
de mi silencio cantata.
El niño, siendo un lucero,
se ha dormido en la mañana.
Su madre le sonreía.
Al amanecer, al alba...

Francisco Contreras Molina

Joaquín Romero de Cepeda



VER A DIOS EN LA CRIATURA

Ver a Dios en la criatura,
ver a Dios hecho mortal,
ver en humano portal
la celestial hermosura.
¡Gran merced y gran ventura
a quien verlo mereció!
¡Quién lo viera y fuera yo!

Ver llorar a la alegría,
ver tan pobre a la riqueza,
ver tan baja a la grandeza
y ver que Dios lo quería.
¡Gran merced fue en aquel día
la que el hombre recibió!
¡Quién lo viera y fuera yo!

Poner paz en tanta guerra,
calor donde hay tanto frío,
ser de todos lo que es mío,
plantar un Cielo en la Tierra.
¡Qué misión de escalofrío
la que Dios nos confió!
¡Quién lo hiciera y fuera yo! 

Joaquín Romero de Cepeda

José María Zandueta Munárriz



INMACULADA

Inmaculada cual la luz del día
que nace en los umbrales de la aurora.
Inmaculada y pura en toda hora
Santa Madre de Dios, Virgen María.

Inmaculada en la celeste vía
de traernos a Cristo y ser la autora
del virginal prodigio que atesora
tan divina y humana eucaristía.

Deja que al ver tu rostro y proclamarte
Purísima entre todas las mujeres,
me derrita de gozo en tu mirada.

Y encendido de amor sepa cantarte
demostrando ante el mundo que Tú eres
intacta, virginal, ¡Inmaculada!

José María Zandueta Munárriz

Bernardo Velado Graña



SONETO

Dos mil años después de tu venida
te espera nuestro mundo en nuevo adviento;
sólo contigo cobrará el aliento
para vivir la tierra envejecida.

Tú eres la luz de su razón perdida,
el agua viva del que está sediento,
el verdadero pan del hombre hambriento;
vencedor de la muerte, eres la Vida.

Eres alfa y omega de la Historia
que vive tu cruz y tu victoria.
Tú descubres al hombre qué es ser hombre.

Y le ayudas a serlo y lo levantas.
Por eso el mundo entero ante tus plantas
confiesa el Nombre sobre todo nombre.

Bernardo Velado Graña

Juan de Contreras



SONETO

¿Quién recuerda el aroma de las flores
abiertas en lejanas primaveras?
¿Quién aquel resplandor de las hogueras
que hicieron, otro invierno, los pastores?

Pasa la vida así, con sus dolores;
así la gloria, que afanoso esperas.
Poeta, ¿quién sabrá de tus quimeras?
Amante, ¿qué ha de ser de tus amores?

Una noche serena así decía,
mirando de los cielos la grandeza,
cuando una voz me susurró al oído:

Ama con puro amor, trabaja y reza;
duérmete luego en paz y en Mí confía:
¡Cuanto se hace por Mí, nunca es perdido!

Juan de Contreras

Patxi Loidi



CADA MAÑANA

Cada mañana sales al balcón
y oteas el horizonte por ver si vuelvo.
Cada mañana bajas saltando las escaleras
y echas a correr por el campo
cuando me adivinas a lo lejos.
Cada mañana me cortas la palabra,
te abalanzas sobre mí
y me rodeas con un abrazo redondo el cuerpo entero.
Cada mañana contratas la banda de músicos
y organizas una fiesta por mí por el ancho mundo.
Cada mañana me dices al oído con voz de primavera:
"Hoy puedes empezar de cero".

Patxi Loidi

Gabriela Mistral



EL PLACER DE SERVIR

Toda la Naturaleza es un anhelo de servir.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú.
Sé el que apartó la piedra del camino,
el odio de los corazones y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero hay la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera en él un rosal que plantar,
una empresa que emprender.
No caigas en el error de creer
que sólo se hace mérito con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios:
regar un jardín, ordenar unos libros, peinar a una niña.
El servir no sólo es tarea de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: El que sirve.
Y tiene sus ojos en nuestras manos y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?
Servir ¡Oh Dios...! Tú que estás en este Sol cálido, en el fruto.
Tú que unes cosas y hombres;
que me has puesto un corazón
pronto al sentimiento, oye mi voz:
¡Que no haya guerra, llantos y temores!
Aleja el mal del alma de los hombres.
Quiero servir con mi ruego a todos los que luchan
y a todos los que esperan.
¡Si mi cuerpo no está presente, mi alma está con ellos!
Te ofrezco mis ojos húmedos mirando el Cielo...
Mi boca fresca repitiendo este ruego...
¡que es mi modo humilde y sincero de servir hoy y siempre...!

Gabriela Mistral

Dulce María Loynaz



POEMA XCVII

Señor mío: Tú me diste estos ojos;
dime dónde he de volverlos
en esta noche larga, que ha de durar más que mis ojos.
Rey jurado de mi primera fe: Tú me diste estas manos;
dime qué han de tomar o dejar en un peregrinaje sin sentido
para mis sentidos, donde todo me falta y todo me sobra.
Dulzura de mi ardua dulzura:
Tú me diste esta voz en el desierto;
dime cuál es la palabra digna de remontar el gran silencio. 
Soplo de mi barro: Tú me diste estos pies...
Dime por qué hiciste tantos caminos,
si Tú solo eres el Camino, y la Verdad, y la Vida.

Dulce María Loynaz

Miguel Hernández



EL SILBO DEL DALE

Dale al aspa, molino, 
hasta nevar el trigo.
Dale a la piedra, agua, 
hasta ponerla mansa.
Dale al molino, aire,
hasta lo inacabable.
Dale al aire, cabrero, 
hasta que silbe tierno.
Dale al cabrero, monte,
hasta dejarlo inmóvil.
Dale al monte, lucero,
hasta que se haga cielo.
Dale, Dios, a mi alma,
hasta perfeccionarla.
Dale que dale, dale,
molino, piedra, aire, 
cabrero, monte, astro;
dale que dale largo.
Dale que dale, Dios,
¡ay! hasta la perfección.

Miguel Hernández