Julio Mariscal Montes



NADIE. NADIE EN EL MUNDO...

Nadie, nadie en el mundo.
Porque el mundo está hecho para el amor.
Para la oscura selva de brazos que se ajustan
al sarmiento triunfante de una cintura esquiva.
Para labios que mueren
y labios que reviven
por menos que una rosa, una palabra apenas.

El mundo está vacío, desmantelado, yermo...
Cuerpos opacos rugen vendavales sin luna;
alcobas espectrales sin la melancolía
de una rama de otoño;
manos que no se ajustan a otra mano y que aprietan
entre los dedos fríos el beso y el negocio.

Pero queda una última mañana de domingo,
un niño que aún ignora lo gris de la manzana,
y queda la esperanza loca entre las estrellas
para que el mundo vuelva a poblarse de nuevo.

Julio Mariscal Montes