SONETO
Más blanca que la nieve del Carmelo,
más pura que el candor de la inocencia,
más limpia que del justo la existencia,
más grata que el amor y que el consuelo.
Más tierna que la madre en su desvelo,
más noble que el deber de la conciencia,
más fragante que el lirio en su opulencia,
más delicada que el azul del cielo.
Así es la flor de Nazaret, María,
que al abrir su corola inmaculada,
llenó el mundo de paz y de alegría.
Como Madre de Dios predestinada,
no pudo Satanás en su osadía
ni mancharla siquier con su mirada.
Eduardo Gómez Haro
No hay comentarios:
Publicar un comentario