YO SOY JOAQUÍN
Yo soy Joaquín,
perdido en un mundo de confusión,
enganchado en el remolino de una
sociedad gringa,
confundido por las reglas,
despreciado por las actitudes,
suprimido por manipulaciones,
y destrozado por la sociedad moderna.
Mis padres
perdieron la batalla económica
y conquistaron
la lucha de supervivencia cultural.
Y ¡ahora!
yo tengo que escoger
entre la paradoja del triunfo del espíritu,
a despecho de hambre física,
o existir entre las garras
de la neurosis social americana,
con el alma esterilizada
y el estómago lleno.
Sí,
vine de muy lejos a ninguna parte,
involuntariamente arrastrado por ese
gigantesco, monstruoso, técnico,
industrial, llamado
Progreso
y éxito angloamericano...
Me miro yo mismo.
Observo a mis hermanos.
Lloro lágrimas de desgracia.
Siembro semillas de odio.
Me retiro a la seguridad dentro del
círculo de vida...
MI GENTE.
Yo soy Cuauhtémoc,
majestuoso y Noble,
guía de hombres,
Rey de un imperio, civilizado
incomparablemente a los sueños
del Gauchupín Cortés,
quien igualmente es la sangre,
la imagen de yo mismo
Yo soy el príncipe de los Mayas,
yo soy Nezahualcoyotl,
líder famoso de los Chichimecas.
Yo soy la espada y la llama de Cortés
el déspota
y yo soy la Águila y la Serpiente
de la Civilización Azteca.
Fui dueño del terreno hasta donde veían
los ojos debajo la corona de España,
Y yo trabajé en mi tierra
y di mi sudor y sangre india
por el maestrazgo español
que gobernó con tiranía sobre hombre y
bestia y todos los que él podía pisotear
Pero...
EL TERRENO ERA MÍO
Yo era ambos tirano y esclavo.
Cuando iglesia Cristiana tomó su lugar
en el buen nombre de Dios
para tomar y usar mi fuerza virgen
y fe confiada
los sacerdotes,
ambos buenos y malos,
cogieron,
pero
dieron una verdad perdurable que
español,
indio,
mestizo,
todos eran hijos de Dios
y
de estas palabras originaron hombres
que rezaron y pelearon
por
su mismo mérito como seres humanos,
para
ese
MOMENTO DORADO
de
LIBERTAD.
Yo fui parte en sangre y espíritu
de aquel
padre aldeano y valiente
Hidaogo
que en el año mil ochocientos diez
repicó la campana de independencia
y dio el constante:
"Grito de Dolores, que mueran
los Gauchupines y que viva
la Virgen de Guadalupe"...
Yo lo condené a él
que era yo.
Yo lo descomulgué a él de mi sangre.
Lo desterré del púlpito para encabezar
una revolución sangrienta para él y yo...
Yo lo maté.
Su cabeza,
que es mía y de todos los que
pasaron por aquí,
La puse en la pared del fuerte
para esperar la Independencia.
¡Morelos!
¡Matamoros!
¡Guerrero!
Todos compañeros en el acto, se pararon
ENFRENTE DE AQUELLA PARED DE INFAMIA
a sentir el arrancón caliente de plomo
que mis manos producieron.
Yo morí con ello...
Viví con ellos...
Viví a ver mi patria libre,
libre
de regla Hispana, en
mil ochocientos veinte y uno.
¿México estaba Libre?
Ya no estaba la soberanía
pero
quedaban todos sus parásitos
y regimentaban
y enseñaban
con fusil y llama y poder místico.
Yo trabajé,
Yo sudé,
Yo derramé sangre,
Yo recé
y
esperé silenciosamente, que la vida
comenzara de nuevo.
Yo batallé y morí
por
Don Benito Juárez,
Guardián de la Constitución.
Yo fui él
en caminos empolvados,
en terrenos estériles,
cuando él protegía sus archivos
como protegió Moisés sus sacramentos.
Él detuvo su México
en sus manos
en
los terrenos más desolados
y remotos
cual era su patria.
Y este gigante
Zapotec pequeño
no dio
ni una palma de mano
de la tierra de su patria a
Reyes o Monarcas o Presidentes
de poderes extranjeros.
Yo soy Joaquín.
Cabalgué con Pancho Villa,
tosco y simpático,
un tornado a toda fuerza,
alimentado e inspirado
por la pasión y la lumbre
de su gente mundana.
Soy Emmiliano Zapata.
"Este terreno,
esta tierra
es
NUESTRA"
Los Pueblos,
las Montañas,
los arroyos
pertenecen a los Zapatistas.
Nuestra vida
o las suyas,
es el único cambio por tierra blanda,
morena y por maíz.
Todo lo que fue nuestro regalo,
un credo que formó una constitución
para los que atreven vivir libre.
"Esta tierra es nuestra...
Padre, Yo te la doy de vuelta.
México debe ser libre . . ."
Peleo con revolucionarios
en contra de yo mismo.
Yo soy Rural,
Ordinario y Bruto,
Yo soy el indio montañero,
superior sobre todos.
El galope truenoroso son mis caballos.
El chirrido de ametralladoras
es muerte para los que son yo:
Yaqui
Tarahumara
Chamula
Zapotec
Mestizo
Español.
Yo he sido la Revolución Sanguinosa,
el Vencedor,
el Vencido,
Yo he matado
y he sido matado.
Yo soy los déspotas Díaz
y Huerta
y el apóstol de democracia
Francisco Madero.
Yo soy
las mujeres fieles
con sus rebozos negros
que mueren conmigo
o viven
pendiente al lugar y el tiempo.
Yo soy
leal,
humilde,
Juan Diego
la Virgen de Guadalupe,
también Tonatzín, la diosa azteca.
Cabalgué las montañas de San Joaquín
Cabalgué al este y al norte
hasta las Montañas Roquenas
y
todos los hombres temían las pistolas
de Joaquín Murieta.
Maté a esos hombres que atrevieron
a robar mi mina
que violaron y mataron a
mi Amor,
mi Esposa.
Luego
Yo maté para vivir.
Yo fui Elfego Baca,
viviendo mis nueve vidas completamente,
Yo fui los hermanos Espinoza
Del Valle de San Luis.
Todos,
fueron añadidos al número de cabezas
que
en el nombre de civilización
pusieron en la pared de independencia.
Cabezas de hombres valientes
que murieron por causa o motivo
Bueno o Malo
¡Hidalgo! ¡Zapata!
¡Murieta! ¡Espinozas!
Son solamente pocos.
Ellos
se arriesgaron afrontar
la fuerza de tiranía
de hombres
que gobiernan
con enredos e hipocresía
Aquí estoy mirando hacia el pasado
y ahora veo
el presente
y todavía
Yo soy el campesino,
soy el político, gordo y traicionero.
Yo,
del mismo nombre,
Joaquín.
En un país que ha derrotado
toda mi historia,
sofocado todo mi orgullo.
En un país que ha puesto un peso
De indignidad diferente
en
mi
espalda
centenaria.
Inferioridad
es la nueva carga . . .
El indio ha sobrellevado y todavía.
Emergió el vencedor,
el mestizo debe todavía vencer,
y el Gauchupín solamente ignorará.
Me miro yo mismo,
veo parte de mí
que renuncia a mi padre y mi madre y se
derrite en la mezcla de esta sociedad
para desaparecerme en vergüenza.
A veces
vendo a mi hermano
y lo reclamo
como mío cuando la sociedad me da
liderato simbólico
en el mismo nombre de la sociedad.
Yo soy Joaquín,
que se sangra en muchos modos.
Los altares de Montezuma
Yo los manché de sangre.
Mi espalda de esclavitud india
fue tornada color encarnado
de los azotes de patrones
que perderían su sangre tan pura
cuando la Revolución los hizo pagar.
Parados en frente de las paredes de
Retribución,
Sangre ha derramado de mí
en cada campo de batalla
entre campesino, hacendado
esclavo y dueño,
y Revolución.
Yo brinqué de la torre de Chapultepec
dentro del mar de la fama.
La bandera de mi patria,
mi sudario.
Con Los Niños,
cuyo orgullo y valor
no pudieron entregar
con indignidad
la bandera de su patria
a extranjeros... en su tierra.
Ahora
me sangro en una celda hedionda
de garrote
o pistola
o tiranía.
Sangro mientras los guantes viciosos
de hambre parten mi cara, mis ojos,
mientras peleo desde barrios corrompidos
al encanto del cuadrilatero
y luces de fama
o pesar mutilado.
Mi sangre cursa pura en los cerros
escarchados de las Isletas de Alaska,
en la playa derramada de cuerpos en Normandía,
la tierra ajena de Corea
y ahora
Vietnam.
Aquí estoy parado
enfrente la Corte de Justicia,
culpable
por toda la gloria de mi Raza
a ser sentenciado a desesperación.
Aquí estoy parado,
pobre en dinero,
arrogante con orgullo
valiente con machismo
rico en valor
y adinerado de espíritu y fe.
Mis rodillas están cubiertas con barro.
Mis manos ampolladas del azadón.
Yo he hecho al angloamericano rico.
Aún Igualdad es solamente una palabra.
El Tratado de Hidalgo se ha roto
y es solamente otra promesa traicionera.
Mi tierra está perdida
y robada.
Mi cultura ha sido violada.
Alargo
la línea en la puerta del beneficio
y lleno las cárceles con crímenes.
Estos entonces
son los regalos
que esta sociedad tiene
para hijos de Jefes
y Reyes
y Revolucionarios sanguinarios.
Quienes
dieron a la gente ajena
todas sus habilidades e ingenio
para allanar la vía con sesos y sangre
para esas hordas de extranjeros hambrientos
de Oro,
quienes
cambiaron nuestro idioma
y plagiaron nuestros hechos
como acciones de valor
de ellos mismos.
Desaprobaron de nuestro modo de vivir
y tomaron lo que podían usar.
Nuestro Arte.
Nuestra Literatura.
Nuestra música ignoraron.
Así que dejaron las cosas de valor verdadero
y se aferraron a su misma destrucción
con su gula y avaricia.
Pasaron por alto aquella fontana purificadora
de naturaleza y hermandad
cual es Joaquín.
El arte de nuestros señores excelentes,
Diego Rivera,
Siqueiros,
Orozco es solamente
otro acto de revolución para
la salvación del género humano.
Música de mariachi, el corazón y el alma
de la gente de la tierra,
la vida del niño
y la alegría del amor.
Los Corridos dicen los cuentos
de vida y muerte,
de tradición,
leyendas viejas y nuevas,
de gusto,
de pasión y de pesar
de la gente: quien yo soy.
Yo estoy en los ojos de la mujer,
protegido debajo de su chal negro,
ojos hondos y dolorosos,
que llevan el pesar de hijos enterrados
o agonizantes,
muertos
en batalla o en el alambre de púas
de la lucha social.
Su rosario lo reza y lo pulsa
infinitamente,
como la familia
trabajando una hilera de remolachas,
a dar vuelta
y trabajar
y trabajar.
No hay ningún fin.
Sus ojos un espejo de todo el calor
y todo el amor para mí.
Y yo soy ella.
Y ella es yo.
Juntos afrontamos la vida con
pesar, coraje, alegría, fe
y pensamientos ilusionados.
Lloro lágrimas de angustia
cuando veo a mis hijos desaparecer
detrás de la mortaja de la mediocridad,
para jamás reflexionar o acordarse de mí.
Yo soy Joaquín.
Debo pelear
y ganar la lucha
para mis hijos, y ellos
deben saber de mí,
quien soy yo.
Parte de la sangre que corre hondo en mí
no pudo ser vencida por los moros.
Los derroté después de quinientos años,
y yo perduré.
La parte de sangre que es mía
ha obrado infinitamente cuatrocientos
años debajo el talón de europeos lujuriosos.
¡Yo todavía estoy aquí!
He perdurado en las montañas escarpadas
de nuestro país.
He sobrevivido los trabajos y esclavitud de los campos.
Yo he existido en los barrios de la ciudad,
en los suburbios de intolerancia,
en las minas de snobismo social,
en las prisiones de desaliento,
en la porquería de explotación y
en el calor feroz de odio racial.
Y ahora suena la trompeta,
la música de la gente incita la revolución.
Como un gigantón soñoliento lentamente
alza su cabeza
al sonido de
patulladas,
voces clamorosas,
tañido de mariachis,
explosiones ardientes de tequila,
el aroma de chile verde y
ojos morenos, esperanzados de una
vida mejor.
Y en todos los terrenos fértiles,
los llanos áridos,
los pueblos montañeros,
ciudades ahumadas,
empezamos a AVANZAR.
¡La Raza!
¡Méxicano!
¡Español!
¡Latino!
¡Hispano!
¡Chicano!
O lo que me llame yo,
Yo parezco lo mismo
Yo siento lo mismo
Yo lloro
Y
Canto lo mismo.
Yo soy el bulto de mi gente y
Yo renuncio ser absorbido.
Yo soy Joaquín.
Las desigualdades son grandes
pero mi espíritu es firme,
mi fe impenetrable,
Mi sangre pura.
Soy príncipe azteca y Cristo cristiano.
¡YO PERDURARÉ!
¡YO PERDURARÉ!
Roberto Gonzales