SERVICIO
Al comienzo reinaron príncipes piadosos
para consagrar el campo, el grano y el arado,
el derecho del hombre y la medida
para la raza mortal que tiene sed
de la justicia, por el Invisible
que sol y luna en su girar conserva
y cuya luz eternamente bella
no conoce del mondo el dolor y la muerte.
Hace mucho esta estirpe hija de Dios
pereció dejando a la humanidad tan sola
en vértigo de dolor y placer y duda,
eterno devenir sin pausa ni hermosura.
Nunca murió la idea de aquella vida
y en nuestra decadencia nos compete
con signos de juego, símbolos y cantos
seguir guardando norma del respeto santo.
Tal vez un día la tiniebla se pierda,
tal vez un día los tiempos se repitan
y el sol como Dios otra vez nos gobierne
y acepte sobre el ara nuestra ofrenda de amor.
Hermann Hesse
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