Walt Whitman



A AQUÉL QUE FUE CRUCIFICADO

Mi espíritu al tuyo, querido hermano,

No importa que muchos de los que pronuncian tu nombre no te entiendan.
Yo no pronuncio tu nombre, pero te entiendo.
Te señalo con alegría, oh compañero, para saludarte,
y para saludar a aquellos que estuvieron contigo, antes y después, y los que vendrán.
Todos los que trabajamos juntos transmitiendo la misma tarea y la misma herencia.
Unos pocos iguales, por encima de países y épocas,
Abarcamos todos los continentes, todas las castas, y aceptamos todas las teologías.
Compasivos, observadores, cerca de los hombres,
Caminamos en silencio entre discusiones y afirmaciones,
aunque sin rechazar a quienes discuten, ni nada de lo afirmado.
Oímos el griterío y el estruendo, divisiones, celos,
recriminaciones, nos llegan de todas partes.
Nos cercan imperiosamente para que nos rindamos, compañero.
Pero caminamos sueltos, libres, por toda la tierra,
viajando de un lado a otro, hasta que dejamos
nuestra marca imborrable en el tiempo y en las diversas eras.
Hasta que saturamos el tiempo y las eras,
para que los hombres y las mujeres de razas y edades futuras
puedan ser hermanos y amantes como nosotros somos.

Walt Whitman

Juan Carlos Aragón Becerra



Me recuerdas al fusil en la noche de Cuba,
al sol del malecón sonriendo,
a los pecados plurales de Plaza de Armas,
al bar de los trovadores,
a una novia desayunando huevos con mojito.
Oh tú mi libertad derretida en las manos
como una alud gigante y millonario,
tú me haces saber las verdades más impermeables
a golpe de grito, a golpe de risa, a golpe de amor,
derretida en las manos tanto que se me resbala.
Me recuerdas a la mañana en la madera de la guitarra,
al acantilado en el sol de la tarde,
al pecado venial de la noche interminable,
a la golondrina del pueblo,
a una novia nerviosa y única.
Oh tú mi libertad derretida en las sienes
como un alud gigante y guayabero,
hasta me haces sentir que el mundo no importa,
a golpe de canción, a golpe de palabra, a golpe de amor.
Derretida en las manos tanto que se pierde.
Me recuerdas a la guitarra en la mañana de la madera,
al sol de la tarde acantilada, 
al pecado interminable de la noche venial,
al pueblo de las golondrinas,
a una novia de temple blanco.
Oh tú mi libertad derretida en tu pecho,
como un alud gigante y chirigotero,
hasta me haces sentir que el mundo aún me importa,
a golpe de humor, a golpe de ironía, a golpe de deseo,
derretida en la historia tanto que se detiene.
Oh tú mi libertad derretida en la esperanza,
como un alud gigante y afinado.
No es que me importe el mundo,
pero suena mejor que antes de ayer.
A grito cambiado, a grito alterno, a grito de combate,
derretido en los astros de tu sonrisa.
Me recuerdas a la playa de Atlanterra,
a la cala de San Marcos,
a la colección de pecados más distinguida,
al bar del pueblo,
a tanto me recuerdas.

Juan Carlos Aragón Becerra

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia



LARGO PEREGRINAR

 ¡Qué peregrinar más largo…!
¡Qué nostalgias por tu encuentro…!
¡Qué ansias por poseerte,
en este vivir muriendo,
en este clamar constante
por encontrarte en tu seno…!

 Parece que las entrañas
se me resecan, pidiendo
la llenura de mi vida
en tu Manantial eterno,
en la Luz de tu mirada,
en la hondura de tu Pecho.

 Yo necesito meterme
en tu divino Misterio,
en la profundidad honda
de tu infinito Cauterio,
y, en él, quedar sumergida,
cauterizada en su fuego.

 ¡Oh, qué urgencias por tenerte
en mis urgencias muriendo,
en mis nostalgias vividas,
en mi torturante anhelo,
para sentirme engolfada
ya para siempre en tu Seno…!

 Es mi vivir tan divino
y en tan terrible misterio,
que, si no vienes piadoso
y compasivo a mi encuentro,
de tanto y tanto tenerte,
en tu posesión me muero,
ante mi sed anhelante
por poseerte sin velos.

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia