MADRIGAL
¡Me hiere tu desdén! Mas en mi duelo
existe aquella fe de los titanes
que pretendieron escalar el Cielo.
No importa de tu boca la sonrisa,
ni de tus bellos ojos relumbrantes
la mágica mirada que esclaviza.
¡He de triunfar! ¿Qué importa que el Destino
con su mano fatídica me alfombre
de cardos y de bombas el camino?
Por ti, Ena, el corazón palpita,
y si a mí no te rindes por ser Fausto,
sé tú mi candorosa Margarita.
Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena
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