984-Sor María Cecilia del Nacimiento



TRANSFORMACIÓN DEL ALMA EN DIOS

Aquella niebla oscura
es una luz divina, fuerte, hermosa,
inaccesible y pura,
íntima, deleitosa,
un ver a Dios sin vista de otra cosa.

La cual a gozar llega
el alma que de Amor está inflamada,
y viene a quedar ciega,
quedando sin ver nada,
la ciencia trascendida y alcanzada.

Y cuando la conquista
del reino de sí misma es acabada,
se sale sin ser vista
de nadie, ni notada,
a buscar a su Dios dél inflamada.

Y en aquesta salida,
que sale de sí el alma dando un vuelo,
en busca de su vida
sube al empíreo Cielo
y a su secreto centro quita el velo.

Y aunque busca al Amado
con la fuerza de Amor toda encendida,
en sí le tiene hallado,
pues está entretenida
en gozar de su bien con Él unida.

Está puesta en sosiego,
ya todas las imágenes perdidas
y su entender ya ciego,
las pasiones rendidas,
con fuerza las pasiones suspendidas.

A tal gloria y ventura
subir por escalera la convino,
para venir segura,
que por modo divino
los misterios de Cristo fue el camino.

Y habiendo ya llegado
al deseado fin que fue su intento,
tiene, quieta en su Amado,
continuo movimiento,
estando sosegada y muy de asiento.

Y cuando de cantina
del Verbo Eterno el alma está gozando,
su espíritu divino
mueve un aire muy blando
que todo el interior ya regalando.

En la noche serena
en que goza de Dios su vida y centro,
sin dada nada pena,
le busca bien adentro,
con deseos saliéndole al encuentro.

El Amor la encamina
metida entre tiniebla tan oscura,
y sin otra doctrina,
camina muy segura,
adonde Dios la muestra su hermosura.

Y yendo su camino
sin que haya entendimiento ni memoria,
la muestra el Rey divino
su virtud y su gloria
como se puede en vida transitoria.

¡Oh noche cristalina
que juntaste con esa luz hermosa
en una unión divina
al Esposo y la Esposa,
haciendo de ambos una misma cosa!

Gozando dél a solas
y puesto un muro en este prado ameno,
vienen las blandas olas
de aqueste aire sereno
y todo lo de afuera lo hace ajeno.

Aquel Rey en quien vive
la tiene con gran fuerza ya robada,
y como le recibe
de asiento en su morada,
la deja de sí toda enajenada.

Como es tan poderosa
la fuerza de aquel bien con que está unida,
y ella tan poco cosa,
con darse por vencida
pierde su ser y en Él es convertida.

No porque jamás pueda
ser que su esencia pierda la criatura,
sino que como exceda
tanto en Dios su hechura,
toda en El se convierte y transfigura.

Sor María Cecilia del Nacimiento

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