EL HIJO
¿Quién eras antes, dime?
¿Un ángel? ¿Un príncipe de cuento?
¿Tal vez un dios? ¿O un pájaro?
¿O un álamo esbelto?
¿Quién eras? ¿Un claro arroyo
cruzando un verde bosque de abetos?
¿El capullo de un jardín? ¿Un pedazo de viento?
¿Quién eras antes, dime? ¿Por qué
diste a mi vida tanto deslumbramiento?
Me basta con tocarte
para que se me apacigüe el pensamiento.
Y me basta con verte
para sentirme a gusto con mi cuerpo.
¿Quién eras, dime? ¡Oh mago
de mi ser descontento!
Con tu varita mágica
me vas cambiando los sueños,
me vas cambiando la vida...
¡Ya no me quejo!
SUEÑOS
¡Ah, déjame que cante
para ti esa canción vaga y remota!
¡Ah, déjame que cante
para ti esa canción vaga y remota!
Yo nací con un verso clavado en mi costado,
por cuya herida mana mi sangre enfebrecida.
No tengo más que esta tristeza lírica
y esta pasión de ser... Desalentada,
soy como corza huyendo de la vida.
¿Serás tú el cazador que me derribe
mal herida, en los campos del deseo?
¿Será tu mocedad la que traduzca
la inquietud de mi carne enamorada?
¡Qué sola estoy sin ti! Sola y perdida
como un arcángel triste, desterrado,
que al pie de los celestes torreones
evoca su perdida aristocracia.
¿Por qué vacilo aún si estoy muriendo
por apagar mi sed en tu corriente?
Mi timidez me ciñe a la tortura
de soñarte hasta el éxtasis y, a veces,
-¡tanto te habré besado!- que despierto
con un sabor de estrellas en los labios.
Susana March
Susana March
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