A UN AMIGO
Tú y yo, antes,
estudiábamos juntos el Taoísmo.
No supe comprender esta doctrina,
ningún encanto encuentro en tu pobreza.
Antes estabas en el palacio imperial,
ahora eres un campesino de estos alcores;
escuchas el canto del gallo, con angustia,
en la noche cerrada que no anuncia la aurora.
Al fin del año tus hijos pasan hambre,
gritan y lloran, se entera el vecindario.
Deben darte tus amigos algunas medidas de arroz,
que te apresuras a repartir entre los tuyos.
¡Ay, qué doloroso es ver a un letrado
que no hace valer la grandeza de su persona!
Ts'en Ping-Tang
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