NAPOLEÓNICA
Refieren que de incógnito entró un día
el endiosado Emperador de Francia
de su rango ocultando la importancia
al taller de paupérrima herrería.
Allí, un obrero lleno de energía,
de salud, de paciencia y de constancia,
que del yunque gustó desde la infancia,
hizo al guerrero noble cortesía.
Y así dijo el valiente nuevo Marte
al domador robusto del acero:
-Venga esa mano, quiero saludarte.
-Las tengo sucias- contestó el herrero.
-Siempre- repuso el corso- Bonaparte
limpias halló las manos del obrero.
Federico Escobar
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