EL POEMA DEL ACTO DE LA MENTE
El poema de la mente en el acto de hallar
lo que haga falta. No siempre había tenido
algo que hallar: la escena estaba ya dispuesta;
repetía lo que decía el libreto.
Después cambiaron el teatro
por alguna otra cosa,
y su pasado se volvió un souvenir.
Debe ser algo vivo,
aprender cómo se habla en el lugar.
Debe pararse frente a los hombres de la época,
y conocer a las mujeres de la época.
Debe ocuparse de la guerra
y debe hallar lo que haga falta.
Debe construir un escenario nuevo.
Debe subir a ese escenario,
y como un actor insaciable,
despacio y meditadamente,
debe decir palabras que, al oído,
al delicado oído de la mente,
repitan exactamente lo que éste quiera oír,
a oídas de lo cual, un público invisible,
oiga ya no la obra sino su propia voz,
manifestada en la emoción como de dos personas,
como dos emociones que se funden en una.
El actor es un metafísico en la oscuridad,
que tañe un instrumento,
que rasguea una cuerda que resuena
al ser atravesada por súbitos aciertos,
que contiene a la mente por completo,
debajo de la cual no puede rebajarse.
Más allá de la cual no tiene voluntad de alzarse.
Debe ser el hallazgo de una satisfacción,
y puede hablar de un hombre patinando,
de una mujer bailando, de una mujer peinándose.
El poema del acto de la mente.
Wallace Stevens
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