HIMNO DE MEDIANOCHE
Es la hora en que todo se somete al silencio,
el tañido solemne no se abraza a la brisa,
y al momento sublime de presencia espantosa
yo saludo de nuevo con mi corazón blanco.
Justamente es ahora cuando brujos siniestros
dan rienda suelta a aquellos maliciosos poderes,
y abandonan las tumbas los terribles cadáveres
como marca la noche es su instante preciso.
Sin pensamientos vanos ni culpables me entrego
a aquello que me obligo mi fe y mi devoción,
con el alma ligera y la conciencia pura,
te imploro que me ampares en este mi descanso.
Bellos ángeles, gracias, por el candor alado
que espanta de mi vida las maldades del vicio,
por librarme de nuevo del pecado y del mal
igual que en la jornada que lentamente acaba.
Mas ¿acaso no guarda inconsciente mi pecho
sentimientos de culpa que en mi torpeza ignoro?
¿Tal vez algún deseo velado y lujurioso
que veis con la vergüenza que albergo en mí si existe?
Oh, si así fuese, amados, libradme en dulce sueño
para eludir la trampa del Demonio sagaz,
y que mi error disipe la verdad luminosa
viviendo en la custodia de vuestro bien perenne.
Lanzad lejos del lecho maldiciones y hechizos,
que los perversos trasgos no acechen mi descanso,
y el sufrimiento oculto que el Diablo reparte
no convierta en infierno mi noble corazón.
No permitáis que aquellos tenebrosos, crueles
y abominables sueños me perturben la calma,
ni que el astuto ingenio de la concupiscencia
me someta a sus falsas lecciones de placer.
Que los espectros tétricos con sus formas fantásticas
no ensucien en el mundo del sueño mi mirada,
mas volcad sobre ella conforme a mi esperanza
los goces que en la Gloria aguardo en mi futuro.
Mostradme así las cúpulas celestiales, los mundos
donde habitan los ángeles, el mar de las verdades
y el infinito Edén de inefable alegría
que espera a cuantos viven y murieran sin culpa.
Y enseñadme el camino que otorga el privilegio
de gozar las benditas regiones del Señor.
Alejad de mi alma esa culpa que mancha
y guïadme amorosos al bien y a la pureza.
De esa forma mi voz será un perenne cántico
de gratitud por todos vosotros, poderosos
guardianes celestiales, llenando de alabanzas
todo el amor divino que albergan vuestras alas.
Me esforzaré con toda mi fe y perseverancia
por evitar el vicio, por corregir mis faltas,
y seguiré por siempre las lecciones certeras
y las santas virtudes que siempre me ofrecéis.
Cuando por fin me llegue el descanso infinito
y abandone este valle de lágrimas, feliz
de verme sana y salva de todos los naufragios,
entregaré mi vida sin ninguna tristeza.
Y tras cerrar mi ojos peregrinos la Muerte
con sus amables manos, llena de placidez,
a Dios daré de nuevo aquello que Él me diera,
rindiéndole mi espíritu en su pureza prístina.
Matthew Gregory Lewis
No hay comentarios:
Publicar un comentario