TU MIRADA
Ni la dulce purísima alegría
del infeliz que mísero gimiera
cuando su flaca mano descubriera
rico tesoro entre la tierra fría;
ni el gozo singular que sentiría
el que abatido ciego padeciera
cuando su vista el arte le volviera
y adorase la luz del claro día;
ni el entusiasmo del que a Dios implora
pisando del patíbulo la grada
cuando el justo perdón llega en tal hora;
igualan de mi mente enamorada
el contento, ¡mujer encantadora!,
cuando la vida bebo en tu mirada.
Nicolás Paso y Delgado
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