447-Timoteo Domingo y Palacio



EL PERRO DEL MENDIGO

Sin codiciar el pan de los señores
ni el mágico solaz de la opulencia
comparte con insólita paciencia
el perro con el pobre sus dolores.

Cuando propios, estériles amores
escapan con horror de la indigencia,
un solo ser la brinda su obediencia,
su cariño leal, y sus favores.

¿Nunca os hizo sentir el compañero
inseparable, el colega inocente
del olvidado y triste pordiosero?

¡Qué ejemplo de piedad tan elocuente
para el vil interés, que airado y fiero
derrama tanto mal sobre su frente!

Timoteo Domingo y Palacio

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