455-Juan Cristóbal Nápoles Fajardo



LA PRIMAVERA

Ya vino la primavera
sobre nuestros campos bellos
y el sol fulgurante en ellos
fuertemente reverbera.
En la selva y la pradera,
cantan ya los ruiseñores,
los zorzales trinadores
alzan alegres el vuelo,
y ya se entapiza el suelo
de hierbas, plantas y flores.

Susurran los platanales
al pausado son del viento,
y con blando movimiento
se oyen murmurar los mares.
Ostentan ya los palmares
verde pompa de esmeralda,
y del cerro allá en la falda,
para mayor hermosura,
el limpio arroyo murmura
y el sol las peñas escalda.

Nubes de varios colores
de tarde en el firmamento,
vagan a merced del viento
formando dulces rumores.
Los humildes labradores
siembran las tierras que abonan,
sus cosechas amontonan,
gozan de dúlcidas calmas,
ya las sombras de las palmas
alegres trovas entonan.

Las guajiritas hermosas
tan sencillas como ufanas,
corren por esas sabanas
detrás de las mariposas.
De las flores más hermosas
contemplas los ramos bellos,
y mientras juegan con ellos
y hacen preciosas guirnaldas,
en sus trigueñas espaldas
lucen sus negros cabellos.

Ya sonríen nuestros prados,
florece el guao en las costas
y en las veredas angostas
rebraman ya los ganados.
Ya los montes escarpados
verdes y bellos se ven,
el cauto undoso también
un grato murmullo forma,
y mi Cuba se transforma
en un delicioso Edén.

Frutos ostentan las jaguas,
los atejes y mameyes,
reverdecen los jagüeyes
y óyense crujir las yaguas.
Fuertes y copiosas aguas
fertilizan los terrenos.
Cristalinos y serenos
están ya los lagunatos,
y de noche algunos ratos
se escuchan lejanos truenos.

Todo seduce y encanta
bajo nuestro sol ardiente,
Cuba hermosa y esplendente
su regia frente levanta.
Vegeta la estéril planta
de la sabana en la orilla,
la pura atmósfera brilla,
pare el corojo en las sierras,
brotan flores de las tierras
de nuestra feraz Antilla.

Ya vendrán las noches bellas
en que después de un aguaje
no empañe ningún celaje
el fulgor de las estrellas.
Se escucharán las querellas
de las aves nocturnales,
crujirán los colosales
árboles del bosque umbrío,
y oiremos crecido el río
sonar en los pedregales.

También vendrán las mañanas
en que la neblina densa,
extienda su capa inmensa
sobre las verdes sabanas.
Las ceibas americanas
se alzarán sobre los montes,
los melodiosos sisontes
cantarán acá y allá
y el sol iluminará
los cubanos horizontes.

Yo recorreré cantando
los terrenos que poseo,
y de mi tiple el punteo
será delicioso y blando.
Subiré de vez en cuando
a la elevada colina,
y la flor más peregrina
sabré coger diligente,
para engalanar la frente
de mi adorada Rufina.

¡Oh deliciosa estación!
¡Época de dulce encanto!
Yo te bendigo y te canto
de mi dura lira al son.
Gratísima inspiración
siento bullir en mi mente,
al cielo elevo la frente,
tus mil bellezas admiro,
y me gozo cuando aspiro
tu fresco vernal ambiente.

Juan Cristóbal Nápoles Fajardo

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