INCONSECUENCIA
Nace el hombre, y no bien ha desplegado
sus ojos a la luz del claro día,
cuando de bien sediento, una sombría
lágrima sus mejillas ha empapado.
Abandona la cuna, y deslumbrado,
a impulsos de su loca fantasía,
tras de la dicha que su pecho ansía
corre veloz por la ambición guiado.
Jamás contento con el bien que alcanza,
gime su corazón por mejor suerte
y halaga su existencia la esperanza.
Mas si del mundo la miseria advierte,
cuando va a disfrutar dulce bonanza,
¿por qué teme las sombras de la muerte?
Martín José Lira
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