RECODO AZUL
Hay caminitos tristes, retorcidos,
por donde vamos siempre
cabizbajos y solos...
donde hay recodos hondos como nidos,
donde hay nidos de sedas
y cabecitas de oro.
Caminitos tan nuestros, donde entramos
con devoción fanática y humilde...
caminitos divinos,
que nos llevan tan lejos
del ambiente grotesco en que vivimos.
Una tarde lluviosa
penetré a otros caminos:
hallé algunos tan tristes
así como los míos,
donde dejó su paso
la sangre de una huella...
Otros solos... tan solos,
que no tienen más lumbre
que dos ojos oscuros,
lejanos como estrellas.
María Antonieta Le-quesne
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