SOBRE LA COLINA
Desde esta seca y áspera colina
ven mis lánguidos ojos, a lo lejos,
del sol de mi existencia que declina
los dudosos y pálidos reflejos.
El crepúsculo lento veo asomando,
y en la montaña opuesta, allá perdida,
otra sombra más negra se va alzando,
¡la sombra de la noche de la vida!
Del árbol de mi otoño ¡cuán aprisa
las hojas amarillas van cayendo!
¡Con qué fatal tenacidad la brisa
las va del tiempo en el abismo hundiendo!
En vano de mis años fugitivos
intento retardar el raudo vuelo:
del sol de juventud los rayos vivos
apagándose van en mar de hielo.
A contemplar mi prófugo pasado
vuelvo hacia atrás con ansiedad los ojos.
¡Qué yermo tan oscuro y desolado!
¡Cuánta marchita flor! ¡Cuántos abrojos!
Empero, al recorrer con firme paso
mi senda de malezas y de escarcha,
próximo a los confines de mi ocaso,
el mismo soy que al emprender la marcha.
Hoy arrostro con noble fortaleza
los rudos golpes de la suerte impía,
y en el duro jergón de la pobreza
duerme tranquila la conciencia mía.
Leopoldo Turla Dennis
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