416- Sor Luisa de la Ascensión



A LA SOLEDAD INTERIOR CON MI DIVINO ESPOSO

Entra con sol soledad,
que aunque el sensible la daña,
otro mejor sol la baña
que es Sol de la eternidad.

Sol y Edad que con su lumbre
Edad tiene, sube y crece
quien dél alcanzar merece
que le bañe y que le alumbre.

Sol que con su luz divina
puesto tanto en nuestro suelo,
que al alma le vuelve cielo,
que el sol por cielo camina.

De aqueste sol alumbrada
pido soledad y sola
le pido por no estar sola
sino bien acompañada.

Que, mi bien, fuera de vos
cualquiera otra compañía
soledad la llamaría,
pues algo impide de Dios.

Y teniendo el mar en calma
tres personas y una esencia,
siempre están en su presencia
con tres potencias y un alma.

¿Es soledad? No lo es.
Soledad no hay alguna,
pues hay una para una
y se hallan tres para tres.

Entre sí en la soledad
se dan estrechos abrazos;
y allí son los fuertes lazos
que atando den libertad.

Allí es toda el desasirse
de todo lo que es humano,
y sólo a lo soberano
sola en soledad unirse.

Que cuanto hay más de criatura
tanto hay menos de Criador,
y tanto dura este amor
cuanto aquel desamor dura.

Allí el amor unitivo
junta la parte a su todo,
y el cuerpo por cierto modo
anda sin el alma vivo.

Y si alma y Dios, siendo dos,
son por amor una cosa,
digamos que el alma es diosa
si es una cosa con Dios.

Si en la soledad la amada
con sólo Dios tiene trato
será en su celda un retrato
de una bienaventurada.

Así la celda en latín
la prestó su nombre el cielo
porque hace cielo del suelo,
y casi del medio fin.

Nunca está oscura jamás
cuando sola está y se cierra,
porque en sola el sol se encierra
y fuera del sol no hay más.

Mas fuera de esta exterior
soledad, razón sería,
hacerle a Dios, alma mía,
otra celdica interior.

Un retrete inmaterial
sin yeso, sin piedra y lodo,
siendo de espíritu todo,
que es Dios espiritual.

Donde esté siempre metida
con Dios el alma y su fuego,
andar la haga sin sosiego,
sosegada y encendida.

A donde vea no mirando,
a donde no mire viendo;
donde goce padeciendo
y a do padezca gozando.

Donde sin saber se halle
enseñada del Amor,
donde un silencio hablador
hable siempre y siempre calle.

Donde se escoja y se extienda
y sin turbación se ataje;
donde haya un cierto lenguaje
que le entienda y no le entienda.

Donde coma y quede hambrienta,
donde de sed se traspase
y cuando más de agua pase
la deje sin sed sedienta.

Donde un grande sentimiento
no la deje sentir cosa;
donde estando siempre ociosa
no falte entretenimiento.

Donde siendo piedra viva
está a Dios cual blanda cera;
donde bien viviendo muera
y bien muriendo a Dios viva.

Donde esté loca y sea cuerda,
donde baja esté subida,
donde de amores perdida
más se gane y no se pierda.

Donde guste sin sabor
maná de todos sabores,
donde huela sin olores
lo que huele a todo olor.

Donde sin colores vea
lo que es sin color hermoso,
y sin aire luminoso
se descubre y colorea.

Donde lo que no es sensible
lo sienta insensiblemente,
y reciba oscuramente
una luz inteligible.

Donde el amor unitivo
al espíritu inflamado
le suba de grado en grado
al grado superlativo.

A donde enferma, sanando,
y así sana esté y enferma;
donde vele y donde duerma
y este dormir sea velando.

Donde viéndose sumida
en aquel profundo mar,
encallada con callar
toda se dé por vencida.

Donde una gran devoción,
con una vista sencilla,
tenga poder de subilla
a mirar sin reflexión.

Donde sin hallarse mío
esté el espíritu en mí,
más lleno de Dios en sí
cuando de sí más vacío.

Soledad que si de Dios
la esposa es sellada fuente,
mi bien no ha de estar patente
sino sola a sólo vos.

Soledad porque si es huerta
por todas partes cerrada,
no ha de estar aportillada,
sino sólo al sol abierta.

Soledad que si en desierto
hablamos al corazón,
en el desierto es razón
que esté solo muy desierto.

Soledad que si queremos
ver a Dios cual nuestro Elías,
es bien que noches y días
en cueva y montes gastemos.

Soledad que si esperando
se está el esposo divino,
Él no tiene en torbellino
sino en aire y silbo blando.

Sor Luisa de la Ascensión

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