555-Poeta Anónimo

 



PÁJAROS NEGROS

Noche de pena en la noche
elocuente de silencio;
noche de pena vestida
con pena de manto negro.
La ciudad toda tapada
con las sombras del recelo
es una sombra de sombras
acechando en el acecho;
entre tanto aquella madre
abrazada a su pequeño,
lo mece en la dulce cuna
de sus dos brazos morenos.
Y el niño... ¿Qué sueña el niño
envuelto en calor de pecho,
mecido por dulces brazos,
besado por labios buenos?
¡Qué tranquilo que está el niño,
duerme que duerme durmiendo!
¿Y qué ha pasado en la noche
que se han roto los silencios?
¡Cuidado, madre, cuidado,
que graznan pájaros negros
llevando latir de muerte
en el corazón de hierro!
¡Ten cuidado, madrecita,
y abraza fuerte al pequeño,
que se ha rasgado la noche
con llamaradas de incendio
y una lluvia de explosiones
asesina los silencios!
Pero la madre callada
sólo tiene un pensamiento:
que el niño no despierte,
que no se asuste el pequeño,
que siga tranquilo el niño
duerme que duerme durmiendo.
Preciosa carga que lleva
entre sus brazos morenos
la madre que silenciosa
cruza la calle corriendo.
Y desde el refugio oye
como los pájaros negros
rugen rabia de metralla
sobre la ciudad en sueño;
la ciudad llena de niños,
de mujeres y de viejos:
la guerra, según la entienden
los asesinos del pueblo;
los que se dijeron hijos
de España, pero mintieron,
que nadie clava a una madre
los puñales traicioneros.
Tú bien sabes, madrecita,
abrazada a tu pequeño,
quienes amamos a España
y cómo la defendemos,
¡ay, mujer, con toda el alma!
¡ay, mujer, con todo el cuerpo!
Lo mismo que tú, lo sabe
tu valiente compañero
que allá en un frente lejano
virilmente pone el pecho
como muralla invencible
ante los traidores esos
que, al grito de «¡Arriba España!»
a España la están hundiendo.
Tú bien sabes, madrecita,
y sabe tu compañero
que luchamos por tu hijo,
por el mío, porque ellos,
los niños de nuestra España,
los niños del mundo entero,
tengan un bello futuro,
vivan en un mundo nuevo
y sabiendo que nosotros
supimos luchar por ellos,
¡ay, mujer, con toda el alma!
¡ay, mujer, con todo el cuerpo!
Por eso tú, madrecita,
que sabes que venceremos,
sin miedo a nada ni a nadie
abraza fuerte al pequeño,
mécelo en la dulce cuna
de tus dos brazos morenos...

Poeta Anónimo

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