¡ADELANTE!
Dios le dijo a la luz con voz sonora:
¡adelante!, ¡adelante!
Movió el tiempo su rueda giradora,
y un sol tras otro sol, y hora tras hora,
su marcha comenzaron incesante.
Los arroyos, los ríos y las fuentes,
con eco murmurante,
desataron sus límpidas corrientes,
y las nubes y vientos prepotentes
gritaron: ¡adelante!
Las montañas se alzaron altaneras
con majestad triunfante;
su penacho elevaron las palmeras
y su vuelo las águilas ligeras.
¡Adelante!, ¡adelante!
Al ánima del hombre el mismo acento
le dijo resonante:
corta el altivo cedro corpulento,
doma del mar el ímpetu violento.
¡Adelante!, ¡adelante!
Ve saca el mármol y, con noble anhelo,
toma el cincel cortante...
Cúpulas y columnas desde el suelo
alzáronse soberbias hasta el cielo.
¡Adelante!, ¡adelante!
Del cometa la marcha misteriosa
ve y descubre constante.
Arrebata a la nube tenebrosa
el rayo de explosión estrepitante.
¡Adelante!, ¡adelante!
El hombre oyó la celestial llamada
de emoción palpitante;
y en base inmensa la dejo grabada
con dócil pluma o vengadora espada.
¡Adelante!, ¡adelante!
Los sabios en las aulas proclamaron
el principio triunfante;
la razón y la gloria se hermanaron,
y las artes y ciencias exclamaron:
¡Adelante!, ¡adelante!
Despierta ¡Oh Cuba! Tras tormenta fiera
asoma el sol radiante
¡Esperanza y valor! Oprobio fuera
no llevar por divisa en tu bandera:
¡Adelante!, ¡adelante!
José Agustín Quintero
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