SONETO A MI MADRE
Tez de América y ojos del oriente,
bozo de seda, labios abultados,
y cabellos oscuros, hacinados
como un crespón sobre la tersa frente.
He aquí la juventud resplandeciente
con sus sueños de gloria acariciados
por los primeros lauros conquistados
a despecho del mundo indiferente.
Pero allá, tras un velo imperceptible,
la sombra de los íntimos dolores
que nacen del amor a lo imposible.
Reflejos de tormentos interiores,
y esa amargura inmensa, indefinible,
del que halló espinas en lugar de flores.
Isaías Gamboa
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