A MI MADRE
¡Oh, cuán lejos están aquellos días
en que cantando alegre y placentera,
jugando con mi negra cabellera,
en tu blando regazo me dormías!
¡Con qué grato embeleso recogías
la balbuciente frase pasajera
que, por ser de mis labios la primera,
con maternal orgullo repetías!
Hoy que de la vejez con el quebranto
mi barba se desata en blanco armiño,
y contemplo la vida sin encanto,
el recordar tu celestial cariño,
de mis cansados ojos brota el llanto,
porque pensando en ti me siento niño.
Vicente Riva Palacio y Guerrero
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