SONETO DE AUSENCIA
Oh, quietud de la casa a cuya sombra
brotó la pena y se formó la herida,
en ti de nuevo el corazón anida,
reza en voz baja y sin querer la nombra.
Ojos que nunca volverán a verla,
labios que no se cansan de nombrarla,
corazón infantil que por amarla
no has podido a tu lado retenerla.
Pero, a pesar de todo, estoy con ella,
en la rosa, en el lirio y en la estrella;
donde quedó la huella de su mano.
¡Oh, quietud familiar a cuya sombra
el pobre corazón se queja en vano,
reza en voz baja y sin querer la nombra!
Pedro Mario Delheye
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