633-Gregoria Francisca de la Parra Queinogue



EL PAJARILLO

Celos me da el pajarillo
que remontándose al cielo,
tanto en sí mismo se excede,
que deja burlado el viento.

Enamorado del sol,
sus plumas bate ligero,
y escalando el aire bajo,
toca la región del fuego.

¡Oh, quién imitar pudiera,
juguete hermoso del viento,
de tu natural impulso
el acelerado vuelo!

Mi amor ansioso te sigue
con impacientes afectos,
que es dura prisión del alma
la cárcel triste del cuerpo.

Del Sol más supremo soy
mariposa, en cuyo incendio
deseo abrasarme cuando
sus luces, amante, bebo.

Avecilla soy en jaula,
que al verl del sol los reflejos,
son sus gorjeos endechas,
son sus trinados lamentos.

Envidio tu libertad,
y abrasándome tus celos,
quisiera ser salamandra,
para vivir en el fuego.

Los rayos del Sol Divino
hieren en mi amante pecho,
siendo halago en la prisión
lo que en la prisión tormento.

Vuela feliz, pajarillo,
cuando yo presa me quedo;
y viendo que al cielo subes,
me llevas el alma al cielo.

Por amante, y por cautiva,
dos veces presa, padezco.
¡Oh, quién quebrantar pudiera
de las cadenas el hierro!

¡Quién de aqueste lazo débil
deshiciera el nudo estrecho,
y con más ardiente impulso
te excediera en el empeño!

Ese luminar celeste,
es de tu amor el objeto,
que simplemente te eleva,
negado el conocimiento.

Mas yo, que conozco y amo
sol de mayor hemisferio,
formo de mis ansias plumas,
y de mis suspiros, vuelos.

En lo inmenso de sus luces,
cuanto más miro, me anego,
que en golfos de claridad
se absorve el entendimiento.

Sus lucientes resplandores
me excitan rápido vuelo;
y detiéneme la liga
del vital unido aliento.

¡Oh tú, que con blandas plumas,
giras el vago elemento!
Sube más alto, si puedes,
y serás mi mensajero.

Darás de mis tristes penas
un amoroso recuerdo
a la luz inaccesible
del Sol de Justicia Eterno.

Dile que sus resplandores
me tienen de amor muriendo,
porque a la luz de mi fe
descubro sus rayos bellos.

Que en ellos me engolfo tanto
cuanto en ellos más me ciego;
que es gloria quedar vencida
del imposible a que anhelo.

Dile que de mí se duela,
que rompa el vital aliento,
que desate las prisiones
de tan dilatado tiempo.

Que el mirarle por resquicios
es del amor más tormento,
pues al herirme sus rayos,
más me abrazo, y más me quemo.

Que del todo los descubra,
corriendo el cándido velo,
para que le goce el alma
del todo, y al descubierto.

Pajarillo, si de amor
has gustado los efectos,
lastímate de mis ansias,
duélete de mis tormentos.

Mi libertad solicita
con mi dulce Amante Dueño;
y de tus alas me presta
plumas, que vuelen al centro.

Salga de esta dura cárcel,
de este largo cautiverio,
donde triste gimo, y lloro
mi prolongado destierro.

Donde, advirtiendo tu dicha,
tan infeliz me contemplo
cuanto es mi amor impaciente,
y mas divino mi objeto.

Gregoria Francisca de la Parra Queinogue

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