A MADRID
Madrid, corazón de España
angustiado y dolorido,
rasgado y escarnecido
con cruel y sangrienta saña.
Ese latir que acompaña
a la muerte que te espía
pregona ya tu agonía
y su ritmo triste y lento
anuncia el postrer momento
de tu existencia sombría.
Madrid, pueblo desgraciado,
¿qué delito has cometido
para no haber merecido
ser hoy más afortunado?
Ya que aún no estás desahuciado
y cambiar puede tu suerte,
¡ánimo!, siéntete fuerte,
pon tus ojos en España
y rompe ya esa guadaña
con que te acecha la muerte.
Tú, aquel Madrid bullicioso,
alegre, sano y castizo,
el del singular hechizo,
dicharachero y gracioso.
Tú, aquella villa del oso
y del madroño gentil,
la del temple varonil
y el garbo majo y chispero,
¡tú, con un puñal de acero
en tu pecho de marfil...!
Tú, aquel Madrid que hizo gala
de alegría chispeante.
Tú, aquel Madrid rebosante
de luz, como una bengala,
tú, de la gloria antesala
(a la cual se iba en un vuelo
porque de Madrid al Cielo);
¡tú, aquel de España florón,
hoy marchito y por el suelo,
siendo carne de cañón...!
¡Ya no alegran la pradera
las alegres modistillas
de Chamberí y Maravillas
con risa cascabelera!
¡Ya no animan la Ribera
ni el típico Lavapiés
las canciones y cuplés,
y la estatua de Cascorro
ya no ve un alegre corro
de chavales a sus pies!
¡Ya no ríen, porque lloran,
esas fuentes peregrinas
de las aguas cristalinas
que el Prado bello decoran!
¡Y hasta parece que imploran
el Neptuno y la Cibeles
a esos verdugos crüeles
que, porque Madrid resista,
no quieren tender la vista
hacia los Carabancheles!
Madrid, pues tu patriotismo
ha de ser tu salvación,
ten conciencia y corazón,
¡no te mates a ti mismo!
¡Tú, que diste de heroísmo
un ejemplo a las naciones,
rompe ya los eslabones
de esa cadena maldita;
mira que España te invita
antes que hablen los cañones!
Mas no, tú eres prisionero;
eres la última conquista
de la canalla marxista
que aborrece el mundo entero.
Tus quejidos lastimeros
los ahogaron los fusiles;
tus arranques varoniles
en sangre se disiparon
y los valientes regaron
con su sangre los Madriles.
Por eso los nacionales,
los que luchan por España,
en una heroica hazaña
llegan hoy a tus umbrales.
Allí sientan sus reales,
te ponen cerco, de suerte
que el ansia de poseerte
es el afán de abrazarte,
y con su abrazo librarte
de las garras de la muerte.
¡Y al final de la campaña
contra el poder de Moscú,
puesto que España eres tú,
Madrid, tú serás España!
Poeta Anónimo
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