HORAS SERENAS
Al dulce sonreír de la esperanza
mi ardiente corazón, que ayer gemía,
del entusiasmo en alas hoy se lanza
por un mundo de amor y poesía.
En pos de oscuras, enfadosas brumas,
mil celajes de paz cubren mi oriente,
brillantes cual las diáfanas espumas
que en el mar se columpian blandamente.
Ya me alumbra una estrella bienhechora,
y contemplo gozoso mi existencia
ornada con los tintes de la aurora,
bañada de las flores en la esencia.
Henchido el corazón de fuerza y brío,
las emociones del placer espera,
ese ansiado placer que ayer sombrío
imaginé fantástica quimera.
Y ya me es grato el esplendor del cielo,
de los alegres campos la verdura,
y el blando son de músico arroyuelo,
que al alma inspira celestial ternura.
¿Loca no es esa dicha tan querida?
¿El fuego juvenil no arde en mis venas...?
¿Por qué, pues, no esperar, si de la vida
en el primer umbral me encuentro apenas?
Quiero alentar brillantes ilusiones,
quiero que el labio sin cesar sonría,
y de mi lira los dolientes sones
mudar feliz en cantos de alegría.
Que harto tiempo, en monótono aislamiento,
viéronme el sol y la callada luna,
con triste llanto y quejumbroso acento
lamentar la esquivez de la fortuna.
Un benéfico ardor mi ser alienta
y me hace altivo desplegar las alas,
en tanto que a mis ojos se presenta
vestido el mundo de lucientes galas.
Una voz en el alma me asegura,
que del crudo desdén tras los rigores,
de una hermosa sensible la ternura
veré colmada mi ambición de amores.
Que una virgen de paz, prenda del cielo,
tesoro del candor y de inocencia,
sublime así cual la creó mi anhelo,
la delicia será de mi existencia.
A par me dice que la frente mía
un verde lauro arrancará a la gloria,
y floridos recuerdos de alegría
por siempre sonreirán en mi memoria.
¡Oh sueños de placer!, ¡cuánto sois bellos!
Vosotros disipasteis mi amargura,
cual del naciente sol a los destellos
se disipa veloz la sombra oscura.
Yo quiero en una atmósfera de olores
dilatar mi fogoso pensamiento,
porque son los delirios seductores
de las sensibles almas alimento.
Yo quiero al son de la cubana danza
el aroma aspirar de las hermosas,
y encontrar en sus ojos la esperanza
y en sus labios sonrisas deliciosas.
Ayer, imbécil, desdichado amante,
ensayé de dolor tristes canciones,
hoy, empero, a mi pecho palpitante
retornan las perdidas ilusiones.
Y si ciego, tal vez, en su osadía
me amenaza feroz el desaliento,
vigorosa y altiva el alma mía
sabrá burlar su despiadado intento.
Ya la esperanza el porvenir me dora,
y contemplo gozoso mi existencia
ornada con los tintes de la aurora,
bañada de las flores en la esencia.
Narciso de Foxá Lecanda
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