LA CALMA
No vi la pompa de dorada cuna
mecer mi infancia ni halagar mis días,
ni vi prestarse a las pasiones mías
el celo encantador de la fortuna.
Jamás mi mente en esperanza alguna
se alimentó de locas fantasías,
ni mi sueño entre imágenes sombrías
turbara la ambición, negra, importuna.
¡Pero en pobreza mísera la suerte
guardo a mi afán un término medido
y un corazón en la desgracia fuerte!
De este modo mi anhelo reducido,
¿qué temor debo a la hora de mi muerte
si más felicidad no he conocido?
Antonio García Gutiérrez
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