EL MAR
Vi un día el mar altivo y arrogante
hinchar su seno, y al rugir del viento
tempestuoso lanzar desde su asiento
altas montañas con poder gigante.
Y lo vi en su furor amenazante
pretender escalar el firmamento
y vi que a refrenar tan vano intento
fue una mirada de su Dios bastante.
Volvió la calma, y sólo bulliciosa
una tras otra olilla rodó aprisa
jugueteando en su falda veleidosa.
Al raudo viento sucedió la brisa,
la crespa ondina a la ola tempestuosa,
¡tal mis dolores calma tu sonrisa!
Eduardo de la Barra
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