717-Agustín Fernández Arsila



DÉCIMAS

Esta pálida señal,
que miras, caduca, inerte,
con tantas sombras de muerte,
habla contigo, mortal:
mira la suerte fatal
a que me hallo reducido,
y si en esto ha consistido
lo que en el hombre hay de cierto,
cumplí con haberme muerto
la deuda de haber nacido.

Yo ahora, triste esqueleto,
sin aliento y sin sentido,
a la nada reducido
por soberano decreto:
en la tierra estoy sujeto,
ya de todos olvidado,
pero aunque tú hayas logrado
el vivir un poco más,
igual conmigo serás
en estado sepultado.

No me mires con horror
en tan extraña figura,
que tú y yo somos hechura
de un eterno Criador:
preciso en que tu vigor
moderes por mi tamaño,
y no siendo nada extraño,
que tu orgullo lo resista,
me presento hoy a tu vista
para vuestro desengaño.

Con atención mirarás
lo que estos huesos ostentan,
que en el mundo se presentan
sólo miserias no más:
quita a la vista el disfraz
con que te hallas aturdido,
y viendo que no es fingido
de mi figura el cotejo,
mirándote en este espejo,
¿qué te importa haber nacido?

La vida del hombre es nada,
es humo, que lleva el viento,
es sombra, que en un momento
nace, cuando está acabada:
de delicias inundada
fue la que yo me propuse,
y pues ya nada reluce,
repase vuestra memoria,
cual es del Mundo la gloria,
pues a esto se reduce.

Adán inmortalizado
debió vivir, es muy cierto,
y fue preciso haber muerto
por la pena del pecado;
todos en su triste hado
hemos de tener tal suerte,
pero al mismo tiempo advierte,
en este pálido horror,
como el pecado en rigor,
es la verdadera muerte.

Murió nuestro Redentor
en la cruz crucificado
para extinguir el pecado
y salvar al pecador:
si no demostró su amor
haciéndote tan feliz,
curándote de raíz
para que así consideres,
el que si tu alma perdieres
serás el más infeliz.

De vuestra atención espero
si cabe atención en ti,
el que te acuerdes de mí,
sin sondear mi paradero:
no atiendas a mi horror fiero,
ni hagas juicios imprudente,
advirtiendo, diligente,
que el lugar que me ha tocado
o feliz o desgraciado
lo habitaré eternamente.

Agustín Fernández Arsila

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