EL ESQUILÓN Y EL GATO
Un esquilón muy ladino
asomado a su tronera,
con limpio acento argentino,
llamaba al culto divino
al pueblo de esta manera:
"¡Parroquiano,
mal cristiano!,
ven a misa,
pues te avisa
que ya es hora
mi sonora
voz de serafín:
tin, tin, tin.
"¿No te pasma
y entusiasma
mi desvelo
y ese celo
con que llamo
cual reclamo,
del empírico confín?
Tin, tin, tin".
Oyó el sonsonete un gato
(el rubio Marramaquí)
desde el tejado inmediato,
y sin pizca de recato,
hubo de argüirle así:
"¡Linda pieza!
¿No es rareza
que con tanto
son de santo,
nunca al templo
dando ejemplo,
descendió tu beatitud?
Miau, miau.
"Así digo
que conmigo,
tu palabra
poco labra,
pues no tiene
lo que viene
a dar paso a la virtud.
Miau, miau."
Quien las virtudes predique
sin dar a la vez ejemplo,
que no muy alto repique,
no sea que se le aplique
lo que al esquilón del templo.
Cayetano Fernández
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