838-Gelaleddín Balki



A UNA AUSENCIA

¡Salve, Amor, tú que el pecho
con suavidad abrasas,
tú, que nuestras dolencias
del corazón arrancas,

oh, todo nuestro auxilio,
remedio y confianza,
tú, médico y maestro
de nuestro cuerpo y alma!

Por el amor la tierra
a se un cielo pasa,
salta ligero el monte
y al momento se para.

Si pudiera mi labio
unirlo al de mi amada,
produciría acentos
cual la sonora flauta.

El que de su querida
compañera se aparta,
aunque cien lenguas tenga
al punto pierde el habla.

Cuando se va la rosa
y el hielo al vergel aja,
las dulces cantinelas
del ruiseñor se acaban.

Pues ¿cómo en parte alguna
puedo gozar de calma,
si en parte alguna brilla
la luz de mi muchacha?

Que el amante privado
de ver lo que bien ama
es semejante al ave
que libertad le falta.

Gelaleddín Balki

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