A UN NAVÍO DESTROZADO
Este bajel inútil, seco y roto,
tan destrozado ya del agua y viento,
vio con desprecio el vasto movimiento
del proceloso mar, del Euro y Noto.
Soberbio al golfo, humilde a su piloto,
y del rico metal siempre sediento,
trajo sus minas al ibero asiento,
habidas en el índico remoto.
Ausente yace de la selva cara,
do el verde ornato conservar pudiera,
mejor que pudo cargas de tesoro.
Así quien sigue la codicia avara,
tal vez mezquino muere en extranjera
provincia, falto de consuelo y oro.
Juan de Jáuregui
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