EL ENLACE
Los ojos, de par en par,
los pulsos, firmes y tensos,
(para verme ha detenido
su velocípedo el viento),
cruzo pinares inmensos,
buscando a mis camaradas.
Paso, corro, salto y vuelo
entre la noche y el día;
el parte, aquí, junto al pecho...
No sé si una hora vendrá
en que sea un clavel negro
-la máquina destrozada-
bajo el aire y sobre el suelo.
¡Mas el deber no conoce
la vacilación ni el miedo!
La Revolución me llama
y a su campana me debo.
Le doy esta juventud
que me ciñe el cuerpo entero
y me desborda los puños
como un amplísimo sueño.
Que no me importa morir
si otro ha de ocupar mi puesto,
si el parte llega a sus manos,
si el parte entregarlo puedo...
Hombres que saben cumplir
como nosotros lo hacemos
-los ojos, de par en par;
los pulsos, firmes y tensos-,
¿qué han de temerle a la muerte,
si son muchachos resueltos?
(Más han de temer la vida
vergonzosa del cabestro).
Amigo, si me muriera
no pongas oscuro el ceño.
-Tus ojos, de par en par;
tus pulsos, firmes y tensos-.
¡Tendré un sitio en la memoria
más alta y roja del pueblo!
Poeta Anónimo
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