619-Gertrudis Gómez de Avellaneda



A LAS ESTRELLAS

Reina el silencio: fúlgidas en tanto,
luces de paz, purísimas estrellas,
de la noche feliz lámparas bellas,
bordáis con oro su luctuoso manto.

Duerme el placer, mas vela mi quebranto,
y rompen el silencio mis querellas,
volviendo el eco, unísono con ellas,
de aves nocturnas el siniestro canto.

¡Estrellas, cuya luz modesta y pura
del mar duplica el azulado espejo!
Si a compasión os mueve la amargura

del intenso penar porque me quejo,
¿cómo para aclarar mi noche obscura
no tenéis ¡ay! ni un pálido reflejo?

Gertrudis Gómez de Avellaneda


A UN NIÑO DORMIDO

¡Duerme tranquilo, inocente,

en el materno regazo,
y deja que admire atenta
tu delicioso descanso!
¡Cuál brilla la frente pura
entre los rizos dorados,
que en leves ondas descienden
a tu cuello de alabastro!
Pende con dulce abandono
a un lado tu diestra mano,
y la otra de la mejilla
el peso sostiene blando.
Cual flor preciosa, tu pecho
despide aliento balsámico,
mientras que dulce sonrisa
mueve el carmín de tus labios.
Tal vez sueñas de tu madre
recibir el beso caro...
Tal vez a un ángel contemplas
y escuchas célicos cantos.
¡Duerme, duerme, pobre niño,
de la inocencia en los brazos,
que a robarte tal ventura
se presta el tiempo tirano!
Vuelan rápidos los días,
veloces huyen los años,
llevándose, ¡ay!, para siempre
nuestros ensueños galanos.
Ese purísimo seno,
cuyo cutis nacarado
levanta latir suave
y brilla cual limpio lago,
del viento de las pasiones
será bien presto agitado,
y sus olas turbulentas
en ti mismo harán su estrago.
Entonces, ¡ay!, tan tranquilo
no será, no, tu descanso,
ni esa sonrisa apacible
te prestará nuevo encanto.
Entonces, ¡ay!, los delirios
del amor, los sobresaltos
de los celos, los afanes
de la ambición, siempre insanos,
serán los ángeles puros
que velarán a tu lado,
reproduciendo en tus sueños
de tu existencia los cuadros.
Hasta que, al fin, a tu vista,
cubierta con velo opaco,
se eclipsará la esperanza,
luciendo atroz desengaño.
Y del sueño perdurable
la triste calma anhelando,
ya en la copa de la vida
sólo hallarás dejo amargo.
Mas, ¡silencio!, no se aleje,
por tan fúnebres presagios,
el ángel que ves hermoso
arrullarte con sus cánticos.
¡Duerme, sí, pobre inocente!
Prolonga tu sueño grato,
y conserva esa sonrisa
que tu madre está adorando.

Gertrudis Gómez de Avellaneda

2 comentarios:

  1. No había leído este poema de la Avellaneda. Gracias por publicarlo.

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